SONAJERO
Por: Grisbel Medina
Con
relación a las mujeres tenemos registros fatales, de vergüenza y dolor.
Como país debería convocarnos un ejercicio serio de educación,
legislatura y prevención.
El cuerpo femenino, estandarte para vender
neumáticos y suelas de zapato, es también el cuerpo sometido a incesto y
las violaciones sexuales ocultadas en las cifras de embarazos en
adolescentes. La lupa mediática agranda panzas de niñas, como si ellas,
nuestras niñas y adolescentes se embarazaran solitas.
El
cuerpo femenino, denostado por la industria estética para inflarlo a
base de liposucción y “correctivos” de bótox, es el mismo cuerpo multado
desde la iglesia hasta el Congreso, si osa pensar en abortar por
razones terapéuticas.
Cifras que
alarman sobre muertes maternas, dificultades para acceder a la
anticoncepción y a disfrutar de la sexualidad con la protección que
sirva de barrera a la epidemia del VIH, son temas pendientes de garantía
y amparo estatal. Una legislación que proteja los derechos sexuales y
reproductivos, favorecería a las poblaciones más vulnerables, asustadas
desde la niñez por el cuco de la pobreza y la exclusión social.
El
derecho a†una atención de calidad en el embarazo y el parto; a regular
la fecundidad con métodos asequibles; a caminar con libertad y sin miedo
de que, por ser mujer, seremos víctimas de un ataque sexual y
asesinato, son garantías de derechos que solo serán posible si se
alcanza una legislación coherente con† los acuerdos internacionales
sobre derechos humanos de las mujeres.
Nuestro
país ocupa el tercer lugar con la tasa más alta de feminicidios, según
la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Y asombra
que la clase política siga muda ante los 908 feminicidios que ha
contado la Procuraduría en los últimos 9 años.
No
podemos hacer valer derechos si no se cuenta con las herramientas
legales para hacerlo. Yo respaldo los proyectos de ley “Salud Sexual y
Salud Reproductiva” y “Prevención, Atención, Sanción y Erradicación de
la Violencia contra las Mujeres”.