Cuando uno debe
ganarse el sustento de la vida, día a día detrás del timón de un carro
de concho en la selva de cemento y asfalto que es la provincia Santo
Domingo, se piensa que las cosas no pueden empeorar, pero sí pueden, y
si se es mujer más.
Para Miguelina Ramos de los Santos, de 60
años, de los cuales unos 29 los ha dedicado al único oficio que conoce
para ganase la vida, el concho, las cosas no podrían empeorarse más ya
que ahora tiene, como si fuera poco, que montar pasajeros por mas tiempo
para intentar salvar la vida de uno de sus hijos, que padece cáncer.
Llama la atención la situación de esta mujer, no solo por realizar un
trabajo no tradicional (se considera “no tradicional” cualquier trabajo
en el cual las mujeres representen 25% o menos del total de personal)
si no también por la edad que tiene.
Con su baja estatura y un brazo más quemado que el otro, mientras
conduce por el laberinto de callejuelas que hay que transitar para
llegar a su casa, nos dice “siempre he trabajado para ganarme la comida y
comprar lo que necesito. Ahora también debo hacerlo para salvar la vida
de mi hijo”. Click aqui