“Creo en el periodista que apoya su razón con pasión”



La firmeza de su carácter y sus posiciones fuertes, frente a temas de trascendencia nacional e internacional, contrastan con el tono suave y pausado de su voz, una constante en esta conversación, en la cual el veterano comunicador expuso su historia de vida.


Ramón Emilio Colombo fue, sin dudas, un niño afortunado, en vez de una madre, la vida le regaló dos, de las cuales recibió amor, protección y, sobre todo, las enseñanzas que le han servido de guía y sustento. La senda por la cual ha transitado como un ser humano tenaz, compasivo, solidario y perseverante.



A los 16 años llegó a Méjico, donde consiguió trabajo en una librería. Su andar no podía llevarlo a mejor lugar. Allí alcanzó el conocimiento que le proporcionaron largas e interminables horas de lectura. En ese momento, aquel joven que había sido panadero, solo soñaba con convertirse en poeta, sin embargo, todo en él apuntaba hacia la comunicación.



Él era, y no lo sabía, un periodista, un escritor, un contador de vivencias y realidades, que llevadas a los diarios, se convertían en historias, que aunque cotidianas, por ser narradas con un estilo poético, poco usual en el periodismo, alcanzaban otras dimensiones.



Su trayectoria periodística, sobrepasa los 48 años. Hoy, es un burócrata de los medios, sin embargo, aun no le abandona el sueño de volver al punto de partida, y no quiere retirarse de la carrera sin antes volver a la calle a desempeñar la que considera “la dimensión más sublime del oficio periodístico: ser reportero”. 



1. Capitaleño
Nací en la Capital, en el año 1947, en la calle Baltazara De los Reyes número 100, parte atrás. Es decir, en un patio, en una cuartería en Villa Consuelo. Mi papá, Cristóbal Colombo, era taxista, y mi mamá, María García, ama de casa. Él, de Puerto Plata, y ella, de Moca. Antes de que mis padres se conocieran él tuvo dos hijos y mi mamá tres. Después se agregaron más y llegamos a ser 17. ¡Imagínate qué familión! Cuatro de nosotros crecimos juntos, los otros, dispersos. Toda la vida fui muy inquieto, allá en Villa Consuelo, tiguereando, jugando pelota, callejeando, maroteando. La infancia típica de cualquier niño.



2. El conocimiento
Empecé a leer y escribir muy temprano. Había una escuelita en la calle Abreu y cada uno de los niños llevaba su sillita. Era un parvulario donde nos daban hasta de comer, teníamos una maestra con mucha vocación. Ya a los cinco años, aunque no sabía formalmente leer y escribir, tenía noción de algo más que las vocales. Desde siempre tuve pésima capacidad para las ciencias exactas, pero sí una gran vocación para la geografía y para la historia. Posiblemente, intuyo, ahí estuvo el origen de mi vocación o de mis vocaciones. Mi vocación de aventura por conocer el mundo y mi vocación por el conocimiento de nuestra realidad. 



3. Dos madres
De mi infancia, lo que recuerdo con más ternura es a mi mamá. Tuve dos madres, la que me trajo al mundo, María, y la que me rescató de la muerte cuando yo tenía apenas seis meses de nacido. Caridad Colombo, hermana de mi padre, me rescató de una infección intestinal terrible. Ella ayudó a mi mamá, que estaba muy cargada de muchachos. Tuve contacto con ambas. La que me dio la vida y la que me hizo gente, me inculcó los valores que todavía me sostienen y que son para mí fundamentales: la solidaridad humana, el valor de la compasión, el valor de la tenacidad y la perseverancia. Yo soy producto de esa perseverancia. 



4. Ciudadanos a destiempo
La adolescencia fue dificultosa, yo era un pésimo estudiante de Matemáticas. Sin embargo, me gustaban la Botánica y la Zoología, que se impartían entonces en las escuelas. Apenas pasé del séptimo al octavo, porque el maestro de Matemáticas se condolió de mí y me dio dos puntos. En eso vino la muerte de Trujillo y hasta ahí llegó la adolescencia. Todos los jóvenes nos incorporamos a la lucha contra los remanentes del régimen. Eso nos hizo ciudadanos a destiempo.



5. La muerte de Trujillo
A la muerte de Trujillo yo tenía 14 años y tres meses de edad. Ya en julio, a dos meses de la muerte de Trujillo, ya yo, como muchos jóvenes, estaba incorporado a la lucha contra los remanentes. Estaba organizado en el Comité del 14 de Junio en Ciudad Nueva, ahí nuestro Líder era Norge Botello. Ya nosotros soñábamos con emular la Revolución Cubana, ya estábamos plenamente comprometidos con el futuro; tanto así que a los 16 años de edad, después del golpe de Estado contra Bosch, ya yo estaba en el exilio en Méjico. 



Era uno de los exiliados más jóvenes del país. Ya yo había intentado ser guerrillero, con un movimiento de liberación que se llamaba Movimiento de Liberación de Haitianos Libres, del cual formábamos parte muchos dominicanos y haitianos. Ya estábamos preparándonos para invadir a Haití contra Duvalier. 



6. El comienzo
Me contrataron en una revista en Méjico, pero yo nunca en mi vida le había puesto los dedos a una máquina de escribir, y comencé con los dos dedos, mete y saca cuartillas y nada... No me salía nada. Como a las dos de la mañana, por el rabillo del ojo, por un ventanal que me quedaba cerca, veo que está nevando. 



En la ciudad de Méjico hacían 56 años que no nevaba. ¡Caramba! Para un niño del Caribe, la nieve es magia y salgo a la calle y veo aquel tapiz blanco, y emocionado, volví renovado. Chin a chin me fue saliendo la nota y la dejé ahí y me fui a mi buhardilla. 

A los pocos días estoy en Café La Habana, cuando este señor llega con varios ejemplares de la revista, era una revista mensual. La portada la dedicó a uno de mis temas, con una caricatura y un cintillo en portada que decía: “Sección: El mundo hoy en día, por Ramón Emilio Colombo”. Ahí dije yo: “pa´l carajo la librería y pa´l carajo todo”. Asumo el periodismo. 


7. Periodismo poético
Yo le daba un carácter literario a mi trabajo, inventaba giros, tropos, imágenes literarias. El lenguaje de las imágenes yo ya lo manejaba. Yo iba casi diario a un encuentro con el poeta León Felipe, (uno de mis hijos lleva su nombre en homenaje a él), un inmortal de la poesía. Íbamos varios jóvenes escritores a llevarle nuestras cosas y a conversar con él, un hombre que hablaba en poesía. Un día, le llevo unos versos y me dice: “¡Ea!, ¿qué le ha hecho ella, para que usted la maltrate tan infamemente?”. 

Le contesté: “¿quién?”, y me respondió: “la poesía, joder!!! Mire, he visto que usted comienza a escribir y óigame es un periodismo de perfil literario, que mucha falta nos hace. Dedíquese al periodismo. Haga periodismo poético, más no haga poesía periodística porque lo mato”. Eso me llegó, y emprendí mi carrera. 



8. Trayectoria nacional
Luego de once años en Méjico, de trabajar en los mejores medios de allá, en diarismo, revista, oficinas de relaciones públicas, regresé al país. Trabajaba yo para El Novedades de Acapulco, cuando en el año 1973, me levantaron el impedimento de regreso al país. Fue Juan Bolívar Díaz quien me lo informó en uno de sus viajes y yo preparé maletas. Llegando al país, entré a Noti Tiempo de Radio Comercial, que era el noticiario más escuchado de aquí, luego pasé a Radio Cristal y me dediqué a las relaciones públicas del Colegio Médico, que entonces era la AMD, y en Pro familia. Volví a Méjico en 1978, al periódico Uno más Uno, que había sido producto de mi generación. 



Estuve otra vez allá por año y medio y decidí regresar a mi país. Regresé al diarismo. Entré al periódico El Sol, me fui a Ultima Hora, volví para El Sol, fundé con Juan Bolívar Díaz, y otros, El Nuevo Diario; pasé al periódico Hoy, que es donde más he durado, cinco larguísimos años. Después del Hoy, ya yo había fundado la empresa de comunicación y relaciones públicas Grupo Cinco, a la que estaba más dedicado, que a otra cosa. Seguía escribiendo mi columna, pero llegó un momento en que la empresa no me dejaba tiempo. Luego reinicié la columna Un minuto, en el periódico El Siglo. Luego de mi retiro, hacía reportajes especiales esporádicamente para el periódico Hoy y luego para El Siglo. Actualmente, escribo en el periódico elCaribe, la columna Fogaraté


9. Cinco hijos
Tengo cinco hijos de dos matrimonios, tres hijos del primero y dos del segundo. De mis cinco hijos, cuatro se han dedicado al área de la comunicación. Laura es periodista, actriz, cineasta y poeta. Ella heredó mis vocaciones. Ernesto es un exitoso asesor de negocios y Enrique es experto en Comunicación Informática. De mi segundo matrimonio en el país, nacieron León Felipe, hombre de extraordinaria sensibilidad, hombre sereno, por algo es mi consultor preferido, y Paloma, técnica en producción de televisión. Ella heredó mis pasiones, mis fortalezas y mis debilidades. Tengo 13 nietos y una biznieta, que estoy loco por ir a conocer a San Francisco, California. León Felipe me ha dado a mi nieta de todos los días, Valentina, los otros nietos están en Méjico y Estados Unidos. 



10. El periodismo
La profesión periodística me permitió constituirme como ser humano formal, como profesional, como ente social contributivo y, sobre todo, la dimensión más sublime del oficio periodístico: ser reportero. Esa es la dimensión más sublime del oficio periodístico. 


Es lo que te permite a ti ser testimoniante de la vida. Los textos académicos me aburren. Nunca me ha atraído ser académico, pero los respeto, a veces hasta los envidio, porque han tenido la valentía de asumir organizadamente el conocimiento. 

El conocimiento me ha servido para ejercer la pasión. En el periodista deben estar unidos, la pasión y la razón. No creo en los desapasionados, me causan desconfianza. Creo en el periodista apasionado, el que apoya su razón con pasión. Nos comunicamos con seres humanos y los seres humanos son razón y pasión. 

Los periódicos los leen seres humanos y esos seres humanos deben ver lo que tú viste, debes hacer que oigan lo que tu oíste, que huelan lo que oliste. El que apoya su razón con pasión para mí es más valioso que el frío, el cerebral, el calculador... No, no, no..., ese es peligroso. La razón y la pasión son los ingredientes que te sirven para hacer el buen reportaje, la buena crónica y la buena entrevista.

“Usted es periodista y no lo sabe”
En Méjico, en 1963, trabajaba yo en una librería como mostrador dependiente, en la cadena de librerías más grande de Méjico, la Librería de Cristal, en una de sus sucursales. Lo que me permitía estar cercano a la cultura. Yo leía mucho. Era yo un intento de poeta, escribía mis versos. Los miércoles yo descansaba en la librería y me iba a una cafetería, que frecuentaba mucho. 


Café La Habana, una cafetería con una gran historia. Estando allí, tomándome un café, veo en una mesa cercana, la portada de un libro, “La paloma del vuelo Popular”, de Nicolás Guillén. Voy donde el joven que estaba leyendo ese libro y le dije: “mire, usted está leyendo algo que me pertenece. 

Esos son rayos de mis latitudes”. Yo era un estudiante de teatro y declamación, y entre otros, declamaba poemas de ese libro. Me senté a conversar con él, se trataba de un poeta yucateco, Raúl Cáceres Cadenso, y al poco rato llegó el editor de una revista y comenzamos a conversar. 

A las dos horas de estar conversando me dice: “joven y ¿por qué usted no escribe?”. Le respondí que yo escribía poesías. Me siguió diciendo: “¿por qué usted no escribe? ¿Por qué usted no hace periodismo?”. Le respondí que porque yo no era periodista. Entonces me respondió: “usted es periodista y lo peor es que no lo sabe. Usted piensa como periodista, habla como periodista. 


Todo lo enfoca como periodista. Usted es periodista. Venga a trabajar a mi revista. Escriba”. Le respondí que yo no sabía escribir y me contestó: “Eso se aprende. Yo lo enseño”. Yo no quería, hasta  que dos o tres semanas después de mucha insistencia, una noche me jaló y me dijo: “siéntese ahí, coja esa máquina y escriba. Lo que escriba déjemelo ahí, tenga 20 pesos, por si le da hambre, baje y coma y si le da sueño, acuéstese en ese camastro, que en la mañana cuando yo llegue corrijo lo que usted haya escrito”. 


Autodidacta
Nunca me ha atraído ser académico, pero los respeto, a veces hasta los envidio, porque han tenido la valentía de asumir organizadamente el conocimiento. ”

Pasión
En el periodista deben estar unidas, la pasión y la razón. No creo en los desapasionados, me causan desconfianza”.

Estudiante
Desde siempre tuve pésima capacidad para las ciencias exactas, pero sí una gran vocación para la geografía y para la historia”.

Trabajo
Yo nunca en mi vida le había puesto los dedos a una máquina de escribir y comencé con los dos dedos, mete y saca cuartillas, y nada...”.

Por: Evelyn Irizarri
Periodista