La felicidad está de moda


“Hay muchos más momentos felices que tristes", predica Coca-Cola en el embotellamiento de la Autopista. Miro a la familia que va detrás de un féretro y pienso qué sentirá al ver esa valla, tan inoportuna en medio del dolor.
   
Una ambulancia intenta abrirse camino con su sirena, pero ningún carro puede moverse. El sol picante presagia aguacero y la vía de ingreso a Bogotá Buena Onda está paralizada.         
   
"Pase por encima", parece decirle un conductor crispado al señor de la ambulancia, que insiste con su sirena.  (Ojalá el enfermo no esté muy grave porque a ese paso de entierro...) Como si la estadística se empeñara en contradecir a Coca-Cola, cuento más ceños fruncidos que caras felices en las ventanillas. ¡Hasta los escolares de un bus se están tirando del pelo!
    
Y, sin embargo, la felicidad parece ser el último grito de la moda. Sé feliz, nos increpan, mientras el cortejo fúnebre se desvía a Jardines de Paz, y la ambulancia aumenta la velocidad, de diez a veinte por hora, entre obreros que reparan, como siempre, las losas de Transmilenio. 

Dos conductores iracundos esperan a que llegue la circulación para hacer el croquis de un siniestro. El sol se convierte en diluvio y la gente se arremolina en un paradero que dice "Amiguis". Almacenes Éxito se ha sumado al mandato de felicidad embotellada en la vía con su campaña 'Bogotá buena onda'.
    
Un retén militar se roba un carril y obliga a los vehículos a cerrarse, todos encima de todos, pero la terca felicidad insiste en su buena nueva: "Tírame un besito", pide el Éxito a los peatones empapados en el siguiente paradero. "Todos los días son fin de semana", asegura Águila Light más adelante, con su "Actitud de Vacaciones", y en el radio del carro, la campaña del ICBF se suma a la euforia colectiva con su "derecho a la felicidad".
   
 Me acuerdo de las palabras de una líder comunitaria: "Como el derecho a la felicidad no se puede evaluar, ese es el que nos venden, en vez de hablar del derecho a la salud, a la educación y a tantos otros derechos de los niños, que son de obligatorio cumplimiento y se vulneran a diario". Pero esa es otra historia... ¿O es la misma historia?

No piensen, parece ser la consigna. Limítense a ser felices, "amiguis". Y no sé si el tráfico me ha puesto neurótica -¿será que el neurótico es uno?-, pero me imagino una conspiración publicitaria, como si una "secta de creativos del último día" se hubiera puesto de acuerdo para vendernos lo que detecta que es nuestra mayor carencia, o como si sus sondeos hubieran corroborado aquella sospecha de que somos una manada de idiotas, o como si esta nueva oda a la alegría gaseosa quisiera excluir de su seno, no solo a los que sufren y a los que no tienen éxito, sino a los que no se conforman: "Chaolín, pingüín" para los que protesten o duden.

Por Yolanda Reyes