Cuando mentir se convierte en una enfermedad


Para muchas personas, mentir es algo cotidiano. Es una forma de llenar un vacío o querer “encajar” en determinados círculos sociales. Sin embargo, esto también puede ser una enfermedad, llamada: mitomanía.

Probablemente, el mitómano dirás: “todos dicen mentiras”. Sí, pero no hasta el punto de creérselas y hacer que su vida “gire” en torno a las falacias.

Con el fin de descubrir qué hace que hablemos mentiras y si existe algún factor genético se han realizado múltiples estudios. Por ejemplo, el psicólogo Ford, autor de “Lies! Lies! Lies! The Psychology of Deceit”, afirma que el 40% de las personas mentirosas patológicas tienen un historial de anormalidad cerebral y presentan discrepancias de rendimiento verbal.

Para avalar, un grupo de científicos de la Universidad de California del Sur, han descubierto que el cerebro de los mentirosos compulsivos posee ciertas particularidades en su estructura que los diferencia de los “honestos”: el cerebro de los mentirosos tiene más sustancia blanca. Click aqui