Abel Martínez, un producto clientelar de última generación

Por: Hilario Sánchez
Si asumiéramos como ejercicio radiografiar desde el punto de vista político la figura de Abel Martínez, estaríamos condenados a aceptar que, en primer término, se trata de una de las expresiones más acabadas del clientelismo político criollo y, en segundo lugar, de un producto de última generación fabricado a base de una profusa promoción de su “adorable rostro”.
Esas dos peculiaridades facilitan que podamos entender la naturaleza del “liderato” que exhibe Abel Martínez y el por qué derrotó, con tan sólo dos meses de campaña, a un Monchy Rodríguez presidente municipal del PLD en Santiago por los últimos 15 años, con tres años de carrera continua por la candidatura a la Alcaldía y que había concitado el apoyo mayoritario de la dirigencia y base de su organización.
No hay que olvidar que el actual presidente de la Cámara de Diputados tiene en su impronta el haber adoptado temprano el clientelismo como instrumento esencial de su trabajo político dentro del PLD, para lo que ha tenido “la suerte” de ser protegido por instancias internas de alto poder económico y político, nacionales y locales, que financian y apadrinan su andar. Esas ventajas le  han hecho sentir más afortunado que la ayuna misma.
Y no son sólo esas ventajas, sino que el todopoderoso Abel Martínez se ha apoyado siempre en una costosa y ruidosa estructura al estilo hordas o fans, integrada por fanáticos de escaso desarrollo y experiencia política, que en lo fundamental tienen por misión promover en medios convencionales y redes sociales la cara de su “líder”.
Esa ha sido la forma como ha trabajado su proyecto y aspiraciones a lo interno del PLD, partido al que se afilia tras llegar de la mano del sector externo y con los auspicios del actual procurador general de la República, de quien se divorciara luego, a partir del proceso de apertura que iniciara la organización en el 2001.
El pasado proceso de primarias del partido morado es el mejor referente para confirmar esa naturaleza clientelar de que hemos hecho referencia, así como los métodos atípicos con que este modelo de pasarela acciona al interior del PLD, naturalmente teniendo a su favor la indiferencia de la dirección política y la anuencia de sus protectores.
Para imponerse frente a su rival, Martínez aprovechó al máximo las amplias ventajas que le permitían su condición de presidente de la cámara de diputados, por un lado, así como sus vínculos de alto nivel con aliados que movieron fichas estratégicas para favorecérsele y colocar el juego de un sólo lado. Eso explica que horas antes de las votaciones,  el padrón pariera como una vecera cualquiera del barrio y que, a la vez, se excluyeran a unos y dislocaran a otros, naturalmente siempre del bando contrario.
En ese contexto accionaron varias travesuras encajadas todas en el uso y abuso de recursos del Estado, que se extendieron desde el despliegue de militares al servicio de esa institución- a los que se les asignaron tareas puntuales, unos para trasladar votantes y oros para intimidar y atropellar a contrarios- el uso de vehículos oficiales a los que se le ocultó la placa o simplemente se le quitó,  la compra de apoyo tanto de dirigentes como de votantes y el traslado a Santiago de un ejército de empleados y funcionarios  de la cámara, que llegaron a defender la causa a como diera lugar.
Es un secreto a voces en Santiago que Abel Martínez y su equipo gastaron decenas de millones de pesos para neutralizar a unos y comprar a otros, casi siempre figuras esenciales que estaban con Monchy Rodríguez y que reguardaban zonas estratégicas desde el punto vista político/electoral.

Y es otro secreto también de dominio público es que a todo votante contrario se le pagaba entre 4 y 5 mil pesos siempre que fotografiara su voto con un celular y, a la salida del lugar de votación, lo mostrara a los representantes de Abel Martínez.

Pero esos hechos sólo tienen que ver con los días previos o el momento mismo de las votaciones del 13 de diciembre. Si miramos un poco más atrás, entonces nos encontramos con que desde el momento mismo que el presidente de los diputados decidió presentarse como precandidato a Alcalde por el PLD, inicia una agresiva embestida que no tendrá reparo ante nada y que envuelve un conjunto de acciones clientelistas, apoyadas en los recursos materiales y económicos de la cámara de diputados.
Es a partir de ahí que la campaña de Abel Martínez traslada a Santiago el departamento de nómina de la cámara, para hacer nombramientos ágiles y directos al personal sustraído a su contrincante. 
Pero también se traslada a Santiago el programa de ayuda en medicinas, enseres del hogar y materiales de construcción. Y se dice que también llegó la parte financiera a los fines de resolver todo lo que tenía que ver con la entrega de efectivos y/o cheques, según lo requirieran las circunstancias.
Parecería poco creíble pero, en sus dos meses de campaña, Abel Martínez no hizo ninguna propuesta específica sobre nada, no sustentó en ningún escenario de la ciudad discurso alguno enfocado al electorado santiagués, principalmente a las bases del PLD, rehusó participar en un debate que organizara el locutor Jaime Tomás, pero tampoco hizo saber sus intenciones para con Santiago, ni en qué fundamenta sus pretensiones de llegar a la Alcaldía.
De ahí que muchos lo definan como un político mudo, como un narcisista que sólo confiere importancia  a la promoción de su “belleza facial”, y que ignora a un mercado electoral que, como el de Santiago, demanda propuestas de contenido que indiquen la ruta para convertirse en un modelo de ciudad desarrollada, moderna y segura.
Se le endilga, además, el hecho de que ni como diputado, ni como presidente de la cámara, tampoco como santiaguero, mantenga el más mínimo vínculo con las instituciones y sectores de la ciudad corazón, entes desde donde se impulsan las iniciativas y esfuerzos en procura del desarrollo económico y social de la influyente capital de la región Norte del país.
Por eso no pocos  concluyen en que la fuerza aparente de Abel Martínez sólo reside en una imagen, en un rostro, en su posicionamiento personal, sin discurso ni propuestas,  y que el hecho de ser el candidato más votado en los procesos en los que ha competido, nada tiene que ver con arraigo político hacia lo interno del PLD, sino que más bien ha sido el resultado de la compra de conciencia.
Pero le alcanzarán los inagotables recursos al presidente de los diputados para unificar al PLD y comprar el voto mayoritario de los votantes santiagueros?