Raza de vivoras‏

"Raza de víboras", estas fueron las palabras con que Cristo, el mismo que recomienda amar a nuestros enemigos, llamaba a sus compatriotas judíos los fariseos.

El amar a nuestros enemigos no necesariamente significa compartir y estar de acuerdo con ellos. No ponemos en duda que Cristo amase a los fariseos, pero no compartió con ellos y las frases que les dirigió sonaban más a desprecio que a un amor ciego y al estar de acuerdo con ellos.

El amor no puede ser ciego. Yo podré amar, cristianamente, al que asesinó a un amigo o encarceló a un hermano, podré amar, cristianamente, o al menos no odiar, a los que han destruído a mi patria y la han esclavizado, pero de ahí a tener un contubernio con tanta maldad, un gran abismo me separa; porque el amor clama justicia y castigo ante tanto crimen. Lo contrario sería traición y cobardía ante el cadáver de mi amigo y los cadáveres de los mártires de la Patria.

Cristo habló con muchos: con aquel soldado romano que le pidió por su siervo, con Pilatos tuvo un diálogo y a Caifás le respondió sus preguntas. A Herodes, el cuatrero, vende patria, asesino, traidor, genocida, adúltero y reyecito por voluntad del poderoso Imperio Romano, a ése ni le habló y ni tan siquiera alzó Su cabeza para mirarlo.

¡Cuál no sería el desprecio y repugnancia que sentiría Cristo, hacia aquél personaje de su misma raza judía!.

A Judas, el traidor, uno de los 12 Apóstoles, Cristo lo amó tanto que sus palabras hacia él fueron: "mejor le hubiese valido el no haber nacido"