Afinando con un tinto para no morir, Un Momentito con Miguel

 Ahora que el miedo, nos impide desafiar la madrugada para llevar serenatas,y el peligro a perder la vida como cita de amor espera en el manto de la oscuridad, aprovecho para en casa tomarme una copa de vino con mi compadre Miguel Guarocuya Cabral.

El Presidente Leonel Fernández, vino a Santiago y en dialogo franco mostró preocupación por lo que nos pasa y nos amenaza, pero es algo más que hablar desde la Pontificia y bendita Universidad Católica Madre y Maestra.

Son acciones reales,de un combate a la delincuencia a todos los niveles, caiga quien caiga sin escuchar a la comisión de los derechos humanos censurar cuando matan un delincuente, es dar respuestas laborales  a nuestros profesionales.

Es hacer campaña cara a cara para llevar conciencia al seno de nuestras familias y rescatar valores perdidos. Es decir a la policía que las redadas están prohibidas por la constitución de nuestro país.

Es ponerle freno a la impunidad, es lograr en este breve espacio que es la vida que la brecha entre ricos y pobres sea menos abierta, es adecentar el entorno de nuestros gobernantes.

Armémonos de valor, para dejar paz a quienes han de sucedernos, que las nuevas generaciones puedan darse besos en galerías, abrazos de Domingo frente a la glorieta de un parque con músicos municipales y su concierto.

Por eso ante esta ola de violencia que nos  llena de sangre, tomo este tiempo para derramar amores, recordar labios rojos y sus besos, pasiones vividas bajo la Luna de una playa, amores húmedos y gemidos sentidos.

Me envuelvo en todo eso, compartiendo con el Doctor en leyes y padrino de mi hijo, Guarocuya Cabral, que con sus mensajes me hace resucitar sueños hermosos de esa paz que añoramos de esos años en que con menos éramos más felices.

Antes de perderme en la angustia,y ver la situación como muros altos infranqueables ,me  refugio en el brindis por la paz que hago con mi compadre, invitando a mis lectores, a no perder la fe,en retomar la justicia y tranquilidad a que aspiramos todos.


Por: Miguel de jesus Rodriguez