El caso Sobeida terminó por ser el caso Mary Peláez. La magnitud de la condena jerarquiza la participación. Los últimos terminaron siendo los primeros. La fiscalía persiguió los mangos bajitos y protegió los altos. Los vendedores de carros y relojes fueron condenados, pero los que venden la droga, facilitan carnets o permisos oficiales y escoltan alijos no aparecieron ni por los centros espiritistas. La justicia condena una lavandera auxiliar, pero deja libres a los dueños de la lavandería y a los que ensuciaron la ropa. La justicia debe ser imparcial, de lo contrario deja de ser justicia. hfigueroa@diariolibre.com