Una de las características más difíciles de lograr en un artista, es llegar a alcanzar un estilo propio.
Sello que, independientemente o en adición a la calidad, hace que se quede en la memoria y trascienda al tiempo, volviéndose ícono de su generación. Dentro de esta denominación, de manera particular tiene su sitio reservado Julito Deschamps, nacido en 1930, nos dejó en 1985, con apenas 55 años de vida.
Discreto y taciturno, siempre entre las sombras, pero todo un maestro de la buena bohemia, del feeling, del bolero y de la magia que se recrea entre brumas, vivencias y recuerdos para la historia. De articulación y modulación impecable, al igual que su dicción, Julito fue un hombre sencillo, comprometido siempre con llevar el romance, el desengaño y la declaración de amor a todos.
Sortilegio, La gloria eres tú, Cosas del alma, Evocación, Delirio, ¿Cómo fue?, Miénteme, Tres palabras, Pecadora, Te necesito, Yo vivo mi vida, Como duele una traición, Amor Perdido; de Pedro Flores, un canto al desenfado y al despecho. Escogidos, no por azar, sino seleccionados con exactitud matemática, de ahí la denominación de Julito Deschamps, “El matemático”, porque siempre calculó lo que incluía en su repertorio. Seguro que por eso, cada canción que interpretó se convirtió en un éxito inolvidable.
El “Julitro” de las boites de los años sesenta y setenta en la capital y en Santiago, dejó su voz impregada en el ambiente de la oscuridad, que sólo se apega al sentido, al sentimiento y a la memoria.
Pianista, bohemio, símbolo de la intimidad, con esa voz potente y quejumbrosa que deja el vestigio del sudor, de la pasión, el arrebato, la entrega y el despecho. De la oscuridad y la bruma del bolero que se mete en la sangre y no hay manera de sacarlo.
Un veterano del sentimiento y de la transmisión del mismo; veterano de la penumbra y de las madrugadas; del humo y del alcohol; de los tragos que saben a sentimiento, de las confesiones que se hacen a media luz. Cómplice del piano y de la oscuridad.
Su carrera se inicia quizás con su entrada a la orquesta de Antonio Morel, para luego saber que su destino estaba en el piano y su voz, únicos que le perpetuarían en el alma de quienes desandan en la noche, en la oscuridad y en la bruma de los sentires intensos del corazón.
Piano y voz, humo y bebida... Una manera única de sentir la vida mientras pasa, de dejarse llevar de los sentimientos y las pasiones más arrolladoras, de intimidades desbordantes vertidos en aquellos boleros, cuidadosamente escogidos que, más que cantar, sentía, hacía sentir y nos hace sentir, de manera inolvidable y perpetua...
Su voz, que se mantuvo intacta durante toda su carrera, registró los más exquisitos boleros de toda Latinoamérica y de República Dominicana. Aquella voz única, que perpetuó boleros escogidos que narran una historia sentida, sufrida. No porque sí, uno o varios litros estaban siempre debajo de su piano. Interpretó siempre temas que llegaban al corazón.
Julito Deschamps, un artista auténtico, bohemio y esencial en la vida de todo romántico que se respete...
Recientemente, en Casa de Arte hubo una noche de recuerdos y valoración de su música y patrimonio, de anécdotas y de canciones. El locutor Félix Bruno apuntaba que él nunca hizo gala de su fama y prefirió estar alejado de la televisión, a pesar de su alta popularidad para aquellos años 70. El músico que vivía en Villa María, Santo Domingo, guitarrista, pianista y cantante, hombre sencillo, que tocaba en cabarets, se arrimaba a cualquier fiesta con sancocho, donde era fácil tener acceso a él.
Se quedaba a dormir donde tocaba y vivió como bohemio. A juicio de Bruno, era difícil penetrar en la mente de este gran artista que prefirió ser un hombre sencillo. Con él compartió una noche hasta el amanecer, entre anécdotas y vivencias del bohemio, a parte de difundir su música y elogiar su calidad, a través de su programa de Radio Amistad.
Félix Bruno apunta además que Julito se inició en la Orquesta Tropical, en la que tocaba merengues, mientras Frank Cruz era la voz para el bolero. Grabó ocho discos, de los cuales sólo siete salieron a la luz pública. “El propietario del sello Quisqueya compró a la familia Deschamps numerosos reels con temas grabados por el artista, pero murió sin que se supiera adónde fueron a parar las grabaciones, que hubieran aportado nuevos temas que fueron grabados por Deschamps y que se desconocen”.
Como dice Félix Bruno, poco se sabe de la vida de Deschamps, pero llevó también sus canciones a Curazao, Aruba, Puerto Rico, Miami y Nueva York. Procreó 18 hijos con su esposa. Cantó con el alma y nunca le importó el dinero. Tocó en la orquesta de Antonio Morel y en la de Fellito Parra. Nació en 1930 y murió el 13 de noviembre de 1985.
Gustaba de hacer chistes coloraos. Vivió su vida como un bohemio. En los últimos años de su carrera, grabó temas que encerraban un futuro siniesto, como “Yo vivo mi vida” y “Que me mate la bebida”.
En una ocasión le dijo a Edmón Elías, propietario del Bim Blam y mecenas de Deschampshasta el momento de su muerte, que le dijera a Jesús Torres Tejeda, que se olvidara de llevarlo a la televisión que lo dejara en la oscuridad, “cantando en la noche”, dice el veterano locutor.
“Ojalá que el arte dominicano se llenara de figuras como Julito Deschamps, que puso por encima de todo el arte, sin querer llevarse el mundo por delante, sin poner el dinero por encima de todo. Con esta actividad pretendemos que el pueblo lo conozca y lo recuerde, que lo va-lore como artista, así como por su calidad como ser humano”, dijo.
TESTIMONIO DE FANÁTICO
Luis Oviedo, quien para la época de oro de Julito era un mozalbete, aprendió de la mano de su padre a apreciar al artista. “Mi papá le llevaba un litro y una caja de cigarrillos grande y se la ponía sobre el piano y yo le llevaba una botella y una cajetilla pequeña", dice.
Cuando Julito le echaba el ojo a una mujer le cantaba la canciòn “Te necesito” varias veces y cuando ella se iba interpretaba “Que te vaya bien”. Durante sus shows en “La Barrica”, canciones como “Que te vaya bien”, “Te necesito” y “Como duele una traición”, se tocaban cinco y seis veces en una noche.
Oviedo dice que Fellito Parra fue quien lo descubrió como cantante y Joseíto Mateo como pianista.
Discreto y taciturno, siempre entre las sombras, pero todo un maestro de la buena bohemia, del feeling, del bolero y de la magia que se recrea entre brumas, vivencias y recuerdos para la historia. De articulación y modulación impecable, al igual que su dicción, Julito fue un hombre sencillo, comprometido siempre con llevar el romance, el desengaño y la declaración de amor a todos.
Sortilegio, La gloria eres tú, Cosas del alma, Evocación, Delirio, ¿Cómo fue?, Miénteme, Tres palabras, Pecadora, Te necesito, Yo vivo mi vida, Como duele una traición, Amor Perdido; de Pedro Flores, un canto al desenfado y al despecho. Escogidos, no por azar, sino seleccionados con exactitud matemática, de ahí la denominación de Julito Deschamps, “El matemático”, porque siempre calculó lo que incluía en su repertorio. Seguro que por eso, cada canción que interpretó se convirtió en un éxito inolvidable.
El “Julitro” de las boites de los años sesenta y setenta en la capital y en Santiago, dejó su voz impregada en el ambiente de la oscuridad, que sólo se apega al sentido, al sentimiento y a la memoria.
Pianista, bohemio, símbolo de la intimidad, con esa voz potente y quejumbrosa que deja el vestigio del sudor, de la pasión, el arrebato, la entrega y el despecho. De la oscuridad y la bruma del bolero que se mete en la sangre y no hay manera de sacarlo.
Un veterano del sentimiento y de la transmisión del mismo; veterano de la penumbra y de las madrugadas; del humo y del alcohol; de los tragos que saben a sentimiento, de las confesiones que se hacen a media luz. Cómplice del piano y de la oscuridad.
Su carrera se inicia quizás con su entrada a la orquesta de Antonio Morel, para luego saber que su destino estaba en el piano y su voz, únicos que le perpetuarían en el alma de quienes desandan en la noche, en la oscuridad y en la bruma de los sentires intensos del corazón.
Piano y voz, humo y bebida... Una manera única de sentir la vida mientras pasa, de dejarse llevar de los sentimientos y las pasiones más arrolladoras, de intimidades desbordantes vertidos en aquellos boleros, cuidadosamente escogidos que, más que cantar, sentía, hacía sentir y nos hace sentir, de manera inolvidable y perpetua...
Su voz, que se mantuvo intacta durante toda su carrera, registró los más exquisitos boleros de toda Latinoamérica y de República Dominicana. Aquella voz única, que perpetuó boleros escogidos que narran una historia sentida, sufrida. No porque sí, uno o varios litros estaban siempre debajo de su piano. Interpretó siempre temas que llegaban al corazón.
Julito Deschamps, un artista auténtico, bohemio y esencial en la vida de todo romántico que se respete...
Recientemente, en Casa de Arte hubo una noche de recuerdos y valoración de su música y patrimonio, de anécdotas y de canciones. El locutor Félix Bruno apuntaba que él nunca hizo gala de su fama y prefirió estar alejado de la televisión, a pesar de su alta popularidad para aquellos años 70. El músico que vivía en Villa María, Santo Domingo, guitarrista, pianista y cantante, hombre sencillo, que tocaba en cabarets, se arrimaba a cualquier fiesta con sancocho, donde era fácil tener acceso a él.
Se quedaba a dormir donde tocaba y vivió como bohemio. A juicio de Bruno, era difícil penetrar en la mente de este gran artista que prefirió ser un hombre sencillo. Con él compartió una noche hasta el amanecer, entre anécdotas y vivencias del bohemio, a parte de difundir su música y elogiar su calidad, a través de su programa de Radio Amistad.
Félix Bruno apunta además que Julito se inició en la Orquesta Tropical, en la que tocaba merengues, mientras Frank Cruz era la voz para el bolero. Grabó ocho discos, de los cuales sólo siete salieron a la luz pública. “El propietario del sello Quisqueya compró a la familia Deschamps numerosos reels con temas grabados por el artista, pero murió sin que se supiera adónde fueron a parar las grabaciones, que hubieran aportado nuevos temas que fueron grabados por Deschamps y que se desconocen”.
Como dice Félix Bruno, poco se sabe de la vida de Deschamps, pero llevó también sus canciones a Curazao, Aruba, Puerto Rico, Miami y Nueva York. Procreó 18 hijos con su esposa. Cantó con el alma y nunca le importó el dinero. Tocó en la orquesta de Antonio Morel y en la de Fellito Parra. Nació en 1930 y murió el 13 de noviembre de 1985.
Gustaba de hacer chistes coloraos. Vivió su vida como un bohemio. En los últimos años de su carrera, grabó temas que encerraban un futuro siniesto, como “Yo vivo mi vida” y “Que me mate la bebida”.
En una ocasión le dijo a Edmón Elías, propietario del Bim Blam y mecenas de Deschampshasta el momento de su muerte, que le dijera a Jesús Torres Tejeda, que se olvidara de llevarlo a la televisión que lo dejara en la oscuridad, “cantando en la noche”, dice el veterano locutor.
“Ojalá que el arte dominicano se llenara de figuras como Julito Deschamps, que puso por encima de todo el arte, sin querer llevarse el mundo por delante, sin poner el dinero por encima de todo. Con esta actividad pretendemos que el pueblo lo conozca y lo recuerde, que lo va-lore como artista, así como por su calidad como ser humano”, dijo.
TESTIMONIO DE FANÁTICO
Luis Oviedo, quien para la época de oro de Julito era un mozalbete, aprendió de la mano de su padre a apreciar al artista. “Mi papá le llevaba un litro y una caja de cigarrillos grande y se la ponía sobre el piano y yo le llevaba una botella y una cajetilla pequeña", dice.
Cuando Julito le echaba el ojo a una mujer le cantaba la canciòn “Te necesito” varias veces y cuando ella se iba interpretaba “Que te vaya bien”. Durante sus shows en “La Barrica”, canciones como “Que te vaya bien”, “Te necesito” y “Como duele una traición”, se tocaban cinco y seis veces en una noche.
Oviedo dice que Fellito Parra fue quien lo descubrió como cantante y Joseíto Mateo como pianista.
Edmón Elías costeó sus gastos de efermedad y Freddy Beras Goico sus gastos fúnebres.
Una de las anécdotas que con mayor claridad recuerda Oviedo es cuando Deschamps se servía un trago y echaba otro en un vaso que luego esparcía sobre el piano. Entonces decía: “para que se vaya afinando, mientras yo afino mi voz”. Igualmente, cuando apuntaba que le decían el matemático “porque yo calculo muy bien lo que voy a grabar”.
Una de las anécdotas que con mayor claridad recuerda Oviedo es cuando Deschamps se servía un trago y echaba otro en un vaso que luego esparcía sobre el piano. Entonces decía: “para que se vaya afinando, mientras yo afino mi voz”. Igualmente, cuando apuntaba que le decían el matemático “porque yo calculo muy bien lo que voy a grabar”.
Vozdiaria.com/
Santiago