Jesús nos aseguró que sus ovejas siempre oyen su voz y le siguen. Sus ovejas le conocen, le obedecen y le aman. Saben que Él es la voz del consejo, la protección y la seguridad.
Cuando las tinieblas espantan y aúllan como lobos para intimidar, Dios se levanta con voz enérgica y pelea por nosotros, silenciando el temor ruidoso del alma, con su tierna voz de padre-amigo, íntimo consolador, a quien no le sorprenderemos con nuestras inquietudes o errores.
La voz de su paciencia calma nuestra sed de comprensión y se lleva nuestras ansiedades, ella renueva nuestras fuerzas como las del búfalo para emprender la marcha determinada e intrépidamente.
Él nos conoce por nombre y sabe de qué tenemos necesidad antes que se lo pidamos.