Por: Jordi Veras
Un hecho más, como lo fue la trama de asesinato en la modalidad o con las características de sicariato, del togado Yuniol Ramírez Ferreíras, que de forma sangrienta ha marcado otra vez, que nuestras instituciones en sentido general deben ser revisadas, porque ya una muestra no bastaba, al parecer, pero ya con lo ocurrido en la Omsa, es la consecuencia de lo mismo que ocurrió en la Oisoe con el suicidio del ingeniero David Rodríguez, la impunidad, corrupción y desorden administrativo: pero lo mismo en el CEA, con los asesinatos de los comunicadores, Leo Martínez y Luis Manuel Medina. Luego se da un escándalo con lo del ingeniero, Diandino Peña, pero esto no tuvo repercusión de vidas, pero sí de cuestionamiento moral, se dio la cancelación, pero jamás se ha sabido nada respecto al caso. Se dio el caso de los Tres Brazos, que de no haber sido por las alertas de un grupo de comunicadores, se hubiera logrado la venta de un barrio completo, se llevó a cabo la cancelación de su director, pero nada más se ha sabido de ese caso.
Este hecho lamentable del abogado y catedrático, Yuniol Ramírez Ferreíras, si bien no es un crimen de Estado ni se puede catalogar como tal; no es menos cierto, que lo que ha estado ocurriendo fruto del fenómeno de lo que tanto se ha hablado, la corrupción y su acompañante la impunidad, es una muestra de una debilidad que acusa el Estado Dominicano, fruto también del sistema político que rige en nuestro país desde hace más de cincuenta años y que no ha habido ni existe interés de que se cambie, y un ejemplo de ello es precisamente el tiempo que tiene esos mismos partidos tradicionales de variar lo que hoy se tiene como marco referencial, que si bien le conviene a sus negocios e intereses particulares, porque eso es lo que se ha vuelto, no es igual para las grandes mayorías, que solamente tienen su fuerza cuando tienen en sus manos la decisión del voto y cómo lo ejercen.
Los malos ejemplos a través de los años han creado una cultura de no temor a las sanciones ni consecuencias, porque no las hay, si de por medio existe un poder político, económico, social o eclesiástico.
Independientemente de los motivos que tuviera el togado asesinado, tiene su origen precisamente en una institución que al menos, desde el año 2013, había sido puesto sobre aviso en cuanto a denuncias de anomalías, noticia que fue publicidad en el Diario Libre, sin embargo, nada se hizo, ni gobierno ni las instituciones llamadas a encender sus alarmas para ello, no se movilizaron. Al contrario, se confirmó el mismo director que hoy se acusa, y que permaneciera ahí por más de cuatro años. ¿Qué mensaje se enviaba? ¿El correcto? Claro que no, se le indicaba, aunque no fuera expreso, que tenía toda la venia para hacer lo que quisiera.
Y le agregamos a esto, todo lo que se siguió ocurriendo con hechos que se diluían en archivos o descargos, de otros funcionarios o ministros o ligados al partido de gobierno o de quienes pudieran ser sus aliados, igual como ha ocurrido con otros partidos desde el poder.
Si estuviéramos viviendo en un país donde tan solo por el rumor público, o las denuncias, se activaran instituciones como la Cámara de Cuentas, Contraloría, el Pepca, las distintas veedurías que se crearon hace unos años y sin embargo, se crean comisiones como el caso de Odebrecht, al margen de las ya establecidas.
Entonces la respuesta no es de sorprendernos de que sigan ocurriendo hechos de sangre como los mencionados, porque simplemente el mensaje que se está enviando o no se han creado los correctivos que se requieren. Es simple, como está diseñado el sistema que hoy padecemos los dominicanos, no es para el control de la corrupción y eliminar la impunidad, es para motivarla, y eso lo vemos a nivel social, hay prisa en obtener lo que se puede conseguir en veinte años, hay quienes lo quieren hoy, a como de lugar.
Recuerdan aquella pregunta del presidente Medina hace un año, cuando a propósito de unas declaraciones del entonces embajador norteamericano, James Brewster, que cuestionaba las instituciones del Estado Dominicano y como la corrupción permeaba las mismas y hacía difícil la competencia para inversionistas; la respuesta del mandatario fue cuestionando a los periodistas, pero dirigiendo sus cañones al entonces diplomático, dijo: “¿Cuál corrupción? “Quisiera que me señalaran dónde hay corrupción”. Parecería como si una fuerza mayor, le mostrara a esa inusual soberbia, todo cuanto ocurre a su alrededor en el gobierno.
Ojala, que este horrendo tramado y planificado contra un togado y profesor, desde una dependencia estatal, la que ha sido cuestionada desde su creación, sea la última y que no se tenga que “seguir poniendo candado después del robo”, porque es a todas luces seguro, el mensaje o los correctivos que se hace desde las alturas del poder, no son los correctos ni están funcionando, esperemos que esto no siga siendo fruto de un sistema político que no se quiere transformar, ni desea reflexionar.