Por:Grisbel Medina R.
Cienfuegos,
al Oeste de Santiago, es una ciudad dentro de otra. Es un universo de
negocios, multifamiliares, motocicletas y la ruta de carros públicos más
temida por la prepotencia, malos tratos y las ganas de guerrear de la
mayoría de choferes de la “F”.
Cienfuegos
es también un conjunto de poblaciones, la mayoría de familias muy
pobres que tienen como vecino un humeante vertedero de Rafey. El gran
Cienfuegos es vivo, activo, bailador. No falta música en sus calles y
mucho menos en los callejones donde hay más pistas de janqueo que
espacios para educarse.
Hinchado sin
planificación, -como casi todo Santiago- Cienfuegos aspira a ser
municipio, a tener un alcalde que vele por sus múltiples necesidades y
con ese propósito se conocen varias iniciativas y se publicó el libro
“Cienfuegos: la ciudad del futuro” de Hipólito Martínez.
Caminando
por sus venas, unas asfaltadas y otras en tierra desnuda, he
descubierto la solidaridad de los grupos de servicio de Cienfuegos que
suelen aventajar en notas y acciones a otros colectivos de
urbanizaciones acomodadas. Además, desde hace tiempo, su Centro de la
Juventud de la Cultura de Cienfuegos, siembra esperanza en la niñez,
juventud y adolescencia a través de un programa de asistencia integral.
Otro rostro propositivo e inspirador lo aportan las maestras que reciben
y tratan a niños y niñas descendientes de empleados de zona franca en
la estancia infantil de Cienfuegos. Y los 225 educados en las salas de
tarea de Acción Callejera, que dirige Carmelo Mateo, para evitar que su
niñez de pocos recursos, encuentren nido en las esquinas del trabajo
infantil, el vertedero de Rafey o un burdel.
Una
cosa lamentable en el gran Cienfuegos de rostro multifacético, es el
florecimiento, cada 20 pasos de bancas de apuestas. Esas cabinas para
apostar el moro varias veces al día, prometen un dinero rápido que no es
tal entre los círculos de indigencia de un sector que merece mejor
suerte.
Y el gobierno, bien gracias. Y los legisladores, mirando para
otro lado, pues varios de ellos son “banqueteros”, orgullosos
propietarios de las redes de bancas cada vez más prósperas a costilla de
la ignorancia y la mis